viernes, 24 de abril de 2009


ELOGIO DE LO SUPERFLUO

“La muerte,
esa imposible compañera...”





Era un hombre eminentemente práctico
ingeniero
inversor en bolsa
buen marido
no solía decir una palabra de más
ni 1 de menos
2 coches
3 hijos
casa de campo
en un afán pragmático
casi delirante
a sus 33 años
decidió suprimir todo acto inútil
sin un fin claramente determinado
caricias
emociones
llanto
quedaron desechadas
y aún +
suprimió los sinónimos
se volvió monosilábico


[“el fin último del lenguaje
es lograr lo que se quiere”]


minimalista escueto espartano


[“suprimiendo lo superfluo
-pensó-
viviré 200 años”]


practicando practicando
llegó a perfeccionar la técnica


la familia y allegados
exclamaron:
-“qué manía” a los 2 meses
-“qué pesado” a los 2 años
-“¡es un santo
lo ha logrado!” a los 90


a partir de entonces fue aclamado
como el descubridor más grande
de la historia


“la vida eterna está + cerca”


y creó escuela
miles de aprendices
de todas latitudes
fervorosos repetían sus palabras [ya muy pocas]


[“sin el desgaste de lo inútil
las células se regeneran”]



finalmente
después de 104 años sin pronunciar palabra
[no había encontrado nada especialmente
provechoso que decir]
el experimento se tornó en fracaso

en la víspera de su
centésimo nonagésimo séptimo cumpleaños
un cáncer
ese recurso tan fructífero
tan funcional
tan querido por la muerte
cerró sus ojos -ya cerrados- definitivamente


fue venerado como un mártir
un adelantado a su época
vencedor del tiempo
padre de la vida eterna [o casi eterna]

lástima que nunca se detuviera
en un prado
a sentir cómo palpita la hierba
que en poco tiempo
al llegar el verano
su delgada espiga de vida
ya estará muerta.

miércoles, 15 de abril de 2009

LA LUNA DE PIERROT


Hace aproximadamente un año fallecía Federico Perez de Lema. El gran Federico. Nuestro Fede.
Quizá la última vez que he llorado por algo o por alguien. Tenía unos 12 años y la radio era mi vida. Lo fue durante muchos años. Siempre estaba escuchándola, casi como si fuera de carne y hueso. Crecí pensando que sería periodista y escritor, imaginando que hacía un programa de madrugada, con el estudio en semipenumbra, solo, pero acompañado por gente desconocida, que por arte de magia se tranformaban en complices, apostados en su rincón a oscuras entre las sábanas, justo como yo hacía entonces. Ya ves dónde hemos llegado.
Era un tiempo de ingenuidad, no sólo para mí, también para la radio. Un tiempo de mayor autenticidad. De todos los programas que oía, de todos aquellos personajillos, tan heroicos pero tan cercanos, mi favorito era Fede. El gran Pierrot. Un loco genial.
El programa quizá no era nada del otro mundo. Un programa de madrugada, con llamadas, un poco friki, un lugar donde encontrarse, donde filosofar. Un Tutti fruti. Una pizca de sueño. El programa era él. Y conseguía hacer de la complicidad un arte. Y te gustaba estar allí escuchando. Formando parte de ese encuentro.
La radio cambió. Radio Nacional decidió que quería apostar por fórmulas nuevas y parece ser que Fede no entraba en esos planes. No le renovaron y por lo que creo, no volvió a hacer radio.
Cuando supe de su muerte, el año pasado, me dí cuenta que algo mío se había muerto con él. Pero es una paradoja, porque también sentí que algo suyo pervivía en mí. Y seguirá siempre. No sé si es la única manera de hacerse eterno, sospecho que sí. Pero aunque existan otras, esta es una hermosa manera de permanecer. La del cariño.

Meses después de su muerte, se formó una plataforma que solicitaba un homenaje en su propia casa, en radio nacional. La radio fue ingrata con él, como dice Yeyo (aunque él nunca diría esto, diría que fue toda su vida). Todavía hoy, seguimos esperando ese homenaje. Mientras tanto, éste es el mío, el mejor que se me ha ocurrido, haciéndoos cómplices de lo que he amado.




domingo, 12 de abril de 2009


Ahora que estamos en semana santa...


yo creo que hay que darle una oportunidad al infierno, algo tan concurrido (como los bares de toda la vida), no debe estar tan mal. En cualquier caso prefiero ser crítico que creyente y pensar que ser sumiso. Yo no sé si existe Dios, pero si me das a elegir prefiero que no. Y si existe, espero que tenga un libro de reclamaciones.



SOL PONIENTE


Me pregunto quién goza con que suframos los hom-
bres.
Blas de Otero




Con su smoking blanco
y su cuidada barba,
con su amplia experiencia
y un gran currículum,
Dios, se acercó a la tierra.
Ha llegado el momento -dijo-
que habéis estado esperando tanto tiempo.
El momento de juzgar a cada cual
según sus actos
de poner las cosas en su sitio
y los puntos sobre las íes,
de separar el grano de la paja
y al digno del indigno.
Ya no os enviaré más hijos
pues al fin y al cabo
dijo bajando la voz,
no estoy casado.
No temáis los que habéis amado
pues yo os redimiré
ya que como sabéis,
os hice de barro y no de oro.
Esta noche cuando el sol se ponga,
muchos de vosotros dormiréis
plácidamente en el Cielo
tan ansiado
tan prometido
tan hermoso.
Un silencio tenso
se había extendido
desde sus primeras palabras
y Dios pensó
-son muchos años de marketing
no es para menos la expectación-
pero poco a poco
su gran instinto,
labrado milenio a milenio,
pues no en vano
más sabe Dios por viejo
que por divino,
empezó a decirle
que algo no iba bien.
Grande fue su sorpresa cuando
contra todo pronóstico
la humanidad,
esa humanidad tantas veces golpeada,

tantas veces mísera,
enferma adúltera sanguinaria
lasciva temerosa e insulsa
tan impropia de Él,
guardando un respetuoso silencio
decidió por una vez
hacer algo al unísono.
Y dándole la espalda
partió voluntaria
e inmediatamente
en busca del infierno prometido
pues el camino era largo
y no querían que la noche
se les echara encima.

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