miércoles, 23 de junio de 2010

¿POR QUÉ SOY DE IZQUIERDAS?


A veces me pregunto esto. Como para aclararme. Recuerda la campaña aquella del Atleti, "papá, por qué somos del atleti?" En una época muy dura para ellos, en la que básicamente no hacían otra cosa que perder. Por qué ser del atleti... si los que ganan son otros. Por qué ser de izquierdas en un mundo que hace gala del individualismo, el libre mercado, el dinero como único motivo, la productividad, el consumo desaforado como mantenimiento del sistema, la especulación como algo legítimo, y últimamente el abaratamiento del despido, y la rebaja de los logros sociales que se han ido ganando a lo largo del s.XX. La reforma laboral dice el Banco de España que no le llega. Yo creo que deberían hablar más claro. Como toda reforma laboral lo que busca es abaratar el factor trabajo, para mejorar el beneficio empresarial, deberían ir al grano y postular más claramente la vuelta a la esclavitud. Perdonad la demagogia pero nunca hubo menos paro que con la construcción de las pirámides. Pero no me quiero ir de la idea. En este mundo tan complejo las palabras ya no significan casi nada y las usamos como a Lewis Carroll le divertía (las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen), y eso incluye que un terrorista pueda llamar fascista a un juez, o un fanático de cualquier religión pueda invocar la palabra libertad sin que la cara se le vuelva de cartón piedra. En este mundo complejo en el que ninguno somos expertos en teología, ni economía, ni sociología, pero todos pontificamos y hablamos como si supiéramos. Todos encontramos un resquicio para ver el mundo. Eso marca nuestra manera de interpretar la realidad. Cada uno desde nuestra atalaya particular interpretamos y sesgamos la realidad. Y nos volvemos impermeables, a veces, a los argumentos de los demás.
Yo soy de izquierdas porque sé a quién pertenezco y a quién quiero favorecer. Es una elección personal. Supongo que soy de izquierdas porque no soporto la desigualdad. Porque creo en un cierto intervencionismo del estado, para que garantice entre otras cosas la redistribución de la riqueza. Porque me gusta un estado fuerte, con una política fiscal fuerte que grave al que más tiene. Porque creo en los derechos individuales de la persona, por encima de religiones, tradiciones y costumbres (¿por qué la iglesia católica tradicionalmente ha estado siempre tan cerca del poder ya fuera éste monarquía, dictadura o lo que fuera?) Porque no creo en los lobos dando de comer a las ovejas. Porque sé quién tiene la sartén por el mango, quién tiene el poder, y quién lo sufre. Porque sé quién me defendería si tuviera un problema en el trabajo. Porque se sabe quién provoca las crisis y quiénes las acaban pagando (¿pero no postulan los neoliberales la no intervención del estado? ¿qué hacen entonces los gobiernos saliendo a salvar bancos?). Porque ya no hay ideologías, y no nos gobiernan partidos sino poderes económicos. Porque desde mi atalaya hay demasiada gente que necesita ayuda. Porque además no es sostenible un mundo con tanta desigualdad, no es viable. Ni justo. Si la izquierda está más unida a los núcleos melancólicos, y la derecha a los esquizoides, si el comunismo es confusional. Yo debo ser muy confuso. A veces pienso que el comunismo es algo demasiado avanzado para esta época (el comunismo como idea, lo de Fidel y demás es la locura). Algo así como ponerle a Torquemada en las manos un portátil con conexión wifi. Y que moralmente no estamos preparados. Al fin y al cabo el arquicerebro, las partes más antiguas y arcaicas evolutivamente de nuestro cerebro, ligadas a las emociones, prácticamente no se han desarrollado los últimos cientos de miles de años. Quién sabe. A lo mejor algún día evolucionamos y cuando los tataranietos de nuestros tataranietos miren hacia atrás y vean nuestras fotos pixeladas, piensen con asombro qué brutos eran nuestros viejos, qué atraso!, la gente se moría de hambre y lo permitían! o había países en el que se juzgaba y asesinaba a los homosexuales! de la misma forma que ahora miramos con asombro las barbaries pasadas.


sábado, 19 de junio de 2010

No me lo cuentes, vamos a verlo.


Esa es la consigna. A la que no voy a poder ser fiel, porque voy a hacer justo lo contrario. Me gustaría explicaros lo que es el Psicodrama. Pero no me resulta fácil, aun después de 6 años de idilio. Porque es algo parecido a explicar cómo se juega al fútbol. Se entiende mejor jugándolo. Y las palabras son limitadas, una cadena de significantes inagotable, que nunca llega a atrapar la totalidad del significado. Por eso quizás también nació el Psicodrama. Por la limitación de las palabras. Y constatar el papel catalizador del cuerpo, al entrar en juego. Todo un lenguaje, el del cuerpo, que lamentablemente se margina hasta hacerlo desaparecer en las escuelas. Sin embargo me apetece contaros algo sobre esto porque es valiosísimo. A todos os enriquecería pasar por una formación de este tipo. Sueño con esto a veces. Un mundo en el que Tele5 y su influencia languidece y el Psicodrama se pone de moda. Algo así como el Psicoanálisis en Argentina. Aunque sospecho que esta fantasía se quedará en eso. Tele5 saldrá triunfante. Se convertirá en la influencia universal. Y el psicodrama seguirá siendo un bicho raro o un hermano menor en el mejor de los casos.


Lo primero que habría que decir, si quiero situaros, es que Psicodrama es igual a "acción". Poner en acción psiquismos. Sacar fuera lo que está dentro. Lo no dicho. Poner en escena miedos, fantasmas, fantasías, personajes internos, hechos pasados o presentes, roles, relaciones con los diferentes "objetos" que pueblan nuestra vida, sueños, partes de uno mismo. Es una manera de mirarnos. Mirar hacia dentro para conocer lo que somos. Conocer lo que somos para permitirnos serlo. En el fondo esto no es muy diferente de lo que otras psicoterapias también pretenden. El plus que aporta el psicodrama es la tridimensionalidad. El poder ver, a través de la puesta en escena lo que nos atenaza, precisamente para desdramatizarlo. Más que Psicodrama, debería llamarse Psico-desdrama (Rafa González Mendez dixit). Para ello el grupo es fundamental, el grupo y su honestidad. El grupo es más sabio que el terapeuta. Te irá ayudando a vivir la escena, y a ir más allá de ella. A aportarte partes de ti mismo que tenías cegadas. Quizás alguien piense, por qué revivir algo que me hizo daño. No quiero pasar por eso. Pero no es tocar la herida por el mero hecho de tocarla. Es representarla para aprender de ello. Para tener la oportunidad de repararte y dejar que te reparen. Para entenderla mejor quizás. O para tolerarte mejor y rebajar el sadismo interno. En definitiva para hacer algo diferente, de lo que hiciste o de lo que sueles hacer. Para descubrir los roles en los que te congelas y te atrapas, o al revés, en los que estás adaptado y a gusto, pero que no te dejan desarrollar otras partes de ti mismo. No somos uno. Un solo rol. Una unidad. Somos muchos personajes. Conviene acordarse para darle bola a todos. Y permitirnos serlos.

Os pondré un ejemplo, hace años, en el contexto de la psicosis os hablo. Un chico muy replegado sobre sí mismo, muy inhibido, habla muy poco. Quizás vive "al otro" como un peligro permanente. Alguien que se puede volver contra uno y devastarte. En ese contexto jugábamos a ser cada uno un objeto, el objeto que quisiéramos ser. Andando por la sala cada uno fue eligiendo su objeto y una característica, qué defina lo importante de ese objeto. Este chico elige una apisonadora. Una apisonadora, imparable. Todo el grupo juega a ser apisonadoras. Se transforman en seres imparables. Justo lo que no son. Lo que no se atreverían a ser en ningún momento. Y se ríen, viendo las diferentes maneras de convertirse en una apisonadora. Y así sucesivamente se fueron transformando en jarrones serviciales, televisiones ilusionadas, balones apasionados. En el compartir final, alguien comenta que también hay cosas rescatables de ser una apisonadora en la vida real. ¿Qué significa también ser imparable? Ser decidido, plantearte objetivos e ir a por ellos. Ser constante, no rendirse. Evidentemente no pasa desapercibido el aspecto agresivo que aflora al proponer ese objeto. Una agresividad y una rabia profunda, evidentemente negada si hubiera sido confrontada pero que aquí se canaliza y se juega.


Una idea final por hoy. Hay una parte catártica en todo esto. En representar un fuerte enfrentamiento con tu padre, o un aborto, o el nacimiento de tu primer hijo, las dificultades de relación con tu jefe, la escena temida si te acercaras a una chica, o...
Hay una parte catártica. De registro emocional alto, regresiva en ese sentido. Hay que vivir la escena, no fingirla. Pero también hay una parte de aprendizaje. Una parte de espontaneidad. Una de humildad y de rebaja del narcisimo, al devolverte el grupo lo que percibe. Una de contención, porque el grupo te acuna. Una de coraje para mirar en lo oculto. Y necesariamente una elaborativa, de integración de lo que se ha vivido en la escena. No es sólo catarsis. Sino elaboración. Y de esa conjunción, es de donde nace la riqueza, y el cambio.





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