miércoles, 17 de febrero de 2010

LA GANADORA

ÑÑ

Pues no me lo esperaba. Para mí es una grata sorpresa. El día 28 la disfrutaremos. En versión original a ser posible.

No os voy a hablar de la película, por lo menos de momento, para eso está internet, ya parlarems. Sí he dejado claro en alguna ocasión la admiración que siento por este tipo que cambió el cine. Y que para mí es el Leonardo da Vinci del s.XX. El gran genio. Por encima de todo y de todos. Pero no quiero hablar de eso.

Al pensar hoy en la película me acordé de la fundación, mi querida/odiada fundación. A la que dediqué casi 10 años de mi vida. Un grupo de teatro constituido en fundación desde los 90. Cuya razón de ser era y es dedicar lo recaudado a financiar proyectos de desarrollo de diferentes ONGs. Una vez, en el principio de los tiempos, nos dijo un funcionario, una cosa que me hizo pensar. Que éramos la fundación más pequeña de la Comunidad de Madrid. Quizá por eso se llama la semilla. Y nunca algo tan pequeño, albergó tantas cosas grandes dentro de sí. Pero me he acordado por esto que os voy a contar y es que al terminar cada obra, se ponía en marcha un ritual. Parte de ese ritual suponía ir a pegarse una gran cena al chino de Juan de Austria. Esto alcanzó y hasta donde yo sé, todavía continúa, la categoría de tradición. Era vernos aparecer y nos recibían en el restaurante al grito de "pase pase, teátlo, teátlo" entre risitas (sabían que esa noche hacían caja). Y ahí entrábamos tomando el restaurante como si fuera la bastilla. Se montaba un jolgorio que no entiendo cómo no nos echaron más de una vez. Pero estaba hablando de las tradiciones. Como parte de aquella cena final, después de cientos de horas de ensayos, fines de semana intensivos, energía, disgustos, prisas y emociones, después de 3 meses de representaciones y el subidón/bajón final, como parte de aquella despedida, estaba la entrega de premios, todo el mundo tenía su regalo, y su diploma, lo cual ya era un curro descomunal teniendo en cuenta el número ingente de regalos y diplomas que había que currarse. En el diploma se trataba de sacar alguna anécdota de cada uno y se concedía por una película que ilustrara esa anécdota. Al final de alguna de aquellas obras, ya no recuerdo muy bien cuál, el diploma que me dieron fue precisamente por "El gran dictador". Todavía lo tengo por ahí. Y hoy lo recordé. Uno de los mejores directores de escena del siglo pasado, decía que el teatro debe dirigirlo un tirano, pero un tirano inteligente. Probablemente no fuí ni una cosa ni otra, a pesar del diploma. Pero algunas cosas sé que se hicieron bien, porque el invento aún continúa.

Algún día hablaré de la fundación, para mí es un tema delicado. Es como hablar de un hijo, porque aunque muchos fueron los que pusieron su semilla, la verdad es que parirla, lo que se dice parirla la parí yo. La tuve dentro de mí y lo sé porque noté sus patadas, y la amamanté. Y como un hijo que crece y se hace mayor, ya vive fuera de casa. Por eso estoy orgulloso de ellos, aunque ya no sea uno de ellos.

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